Procesando
¿Nuestro secreto?
la artesanía
Nuestros postres esconden una certeza: ser fruto del trabajo, cuidadosa y metódica, de las manos que las hicieron. No máquinas ni brazos mecánicos, sino precisamente manos, que en esa repostería, turrón, panettone, chiccoso, han puesto todo el empeño que solo
la laboriosidad humana puede lograr. Por eso todavía podemos definirnos como e siempre un taller artesanal: por la impronta del ingenio y el trabajo minucioso, en el que nada se deja al azar y se percibe en cada paso de nuestro trabajo
Amasar es una vocación, y la hemos hecho nuestra: ya sea harina para el fragante panettone o los deliciosos pasteles de Pascua, de masas para pastelería tradicional de almendra y azúcar, o turrón y crujiente amalgama de miel de azahar y aromáticas frutas secas. Sin embargo, el amasado es en lo que mejor nos expresamos, nos gusta y es genial porque nuestros maestros pasteleros conocen este arte como nadie y lo replican en glotonas obras maestras que nunca terminamos de perfeccionar, en una búsqueda de calidad y de lo nuevo que nos acompaña constantemente en todo nuestro trabajo.

Levadura
Imagina una mezcla de ingredientes y materias primas excepcionales que se deja subir. Pasa un día y vuelve a levantarse, liberando al calor todos los aromas y olores de ingredientes cuidadosamente seleccionados. Así, reposada hasta 36 horas y más, esta masa se convierte en lo que llega en nuestras mesas: una obra maestra de dulzura que nunca deja de encantar el paladar de quien lo prueba: una emoción de los sentidos que empieza por los ojos, nada más verlo y ya incluso antes de desecharlo, y sigue con la boca y el sabor de saborear algo heredado recetas inalteradas en el tiempo, en una dulzura infinita.

